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miércoles, 9 de julio de 2014

MI BIBLIOTECA



Esta vez queremos compartir con todos ustedes una lectura que hicimos en clase  con todos mis compañeros, que como titulo lleva:

MI BIBLIOTECA, ESE ANIMAL FANTÁSTICO QUE SOSTIENE MI VIDA
(ENSAYO PERIODÍSTICO)
Durante los últimos siete años he vivido en una vieja casa de piedra parroquial en Francia, al sur del Valle del Loira, en un pueblo de no más de diez casas. Elegí este lugar porque al lado de la casa del siglo XV había un granero suficientemente grande como para poner mi biblioteca de unos 30000 volúmenes, una colección de más de seis décadas itinerantes. Sabía que cuando los libros encontraran su lugar, yo encontraba al mío.

Mi biblioteca no es una bestia única, está compuesta por muchas otras; es un animal fantástico hecho de las diversas bibliotecas armadas y luego abandonadas una y otra vez en el transcurso de mi vida.

Uno de mis primeros recuerdos –debo haber tenido dos o tres años –es de una repisa llena de libros que había en la pared, sobre mi cama con baranda, de la que mi niñera cogía una historia para dormirme. Esa fue mi primera biblioteca; cuando un año después o más aprendí a leer, el estante paso a estar más seguro en el piso y se transformó en mi reino privado.

Esa primera biblioteca estaba en una casa en Tel Aviv, cuando mi padre era embajador de Argentina; la siguiente creció en Buenos Aires durante mi adolescencia.

Deje mis libros cuando me fui a Europa en 1969, apenas antes de la dictadura militar. Tenía 21 años y quería ver el mundo que conocí a través d la lectura. Mis libros, pensé, me esperaran en la casa de mis padres hasta que regrese. No podía imaginarme que, de haberme quedado, como muchos de mis amigos, habría tenido que destruir mi biblioteca por temor a la policía.

En cada lugar que me quede nació una biblioteca naturalmente. En Paris y en Londres, en el calor húmedo de Tahití donde trabaje como editor durante cinco largos años (mi Melville todavía muestra las marcas de los hongos de la Polinesia), en Toronto y en Calgary, coleccione libros; y cuando llegaba el momento de partir, los embalaba en cajas para que pudieran esperar pacientemente en esos espacios, como verdaderas tumbas, que llegara el momento incierto de la resurrección. Y siempre me preguntaba como sucedió esta acumulación de tinta y papel que una vez más cubriría mis paredes como la hiedra.

La biblioteca, como es hoy, alberga los remanentes de todas las anteriores, inclusive los cuentos de hadas de los hermanos Grimm en dos tomos, impresos en letra gótica. Hay unos pocos libros que cualquier bibliófilo serio valoraría: una Biblia del siglo XIII, una media docena de libros de artistas contemporáneos, algunas primeras ediciones ejemplares firmadas. Pero no tengo ni los fondos ni el conocimiento para transformarme en un coleccionista profesional.

A diferencia de una biblioteca pública, la mía no necesita códigos que otros lectores tengan que comprender, y la he ordenado de acuerdo a mis propios requerimientos y prejuicios. Su geografía está regida por una lógica estrafalaria. No preso los libros. Si quiero que alguien lea, compro un ejemplar y se lo regalo. Prestar un libro es incitar al robo.

Ahora, después de que cumplí 60, tiendo a buscar el placer de leer los libros que ya lei en vez de descubrir otros. Vuelvo a visitar viejos conocidos que no me van a distraer con sorpresas superficiales. Nos conocemos, eso libros y yo, y podemos tomarnos todo el tiempo para la historia que se desarrolla.

Igual que todas las bibliotecas, la mía terminara por exceder el espacio asignado. Apenas a siete años de armarla, ya se ha expandido al cuerpo principal de la casa, que tenía la esperanza de que tuviera paredes sin estantes.

Hay un cuento de Julio Cortázar, “Casa tomada”, en el que un hombre y su hermana se ven obligados a mudarse de habitación en habitación a medida que algo innombrable va ocupando centímetro a centímetro toda la casa, hasta que finalmente terminan en la calle.

Adivino el día en que mis libros, como invasores, terminen con su conquista gradual. Me confinaran al jardín, pero me temo que inclusive ese lugar no escape a la sedienta ambición de mi biblioteca.

Recopilación de: Alberto Manguel
Módulo de Comprensión Lectura 3

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece una lectura que nos da un ejemplo de como se puede tener una biblioteca, yo también quisiera tener una biblioteca como la del personaje principal.

Estudiante de J.G.E.

Anónimo dijo...

la lectura nos ayuda a entender sobre el tema y debemos leer para comprender mejor sacar los libros de la biblioteca
Fernando Colque JGE

Anónimo dijo...

La biblioteca es como una casa de saber ó la mejor Universidad de un estudiante que nos hace conocer el mundo magico...

Yessica Ruth Puma Palomino JGE

Anónimo dijo...

esta lectura es muy linda por que intensiva la lectura

Estudiante de JGE

Anónimo dijo...

ES COMO UNA CASA DEL SAVER QUE AH EN TODO LUGAR Y ESTO NOS AYUDA A PROSPERAR

Anónimo dijo...

LA LECTURA ES TAN INTERESANTE QUE NOS INCENTIVAN A SEGUIR EN LA VIDA

Anónimo dijo...

la lectura es la base del estudio y una casa del saber que nos ayuda en la vida y con cada libro que compremos podemos hacer una biblioteca de nuestro propio hogar.

Luis Fernando Mollocondo Turpo "JGE"

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